Cuando la ira es repentina y completamente inesperada: Comprender las «cinco eses»

Está pasando un momento maravilloso. Todo va bien mientras discutes con tu pareja un tema ligeramente irritante. De repente, te encuentras muy enfadado: Tu voz se intensifica y actúas como un imbécil enfadado. Tu pareja está tan sorprendida como tú por este inesperado arrebato, y por un asunto tan trivial. ¿Qué acaba de ocurrir?

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A continuación encontrará cinco acontecimientos/experiencias vitales descritas en mi libro Cómo superar la ira en su relación de pareja, todos los cuales tienen una cosa en común: cada uno de ellos, por sí solo y/o en combinación, disminuye su resiliencia, es decir, su capacidad para ser flexible y aguantar los golpes. Cuando uno o más de ellos están presentes, su capacidad para inhibir sus emociones se ve comprometida. Es más difícil poner el freno y su ira se intensifica mucho más de lo que es necesario y proporcional a la situación. Revisa cada una de las «Cinco S» para ver si una o más se aplican a ti con frecuencia. Cuando se dé una o más, evite los temas provocativos o cualquier discusión que tenga un potencial de conflicto hasta que se sienta más resistente de nuevo.

Dormir. Dormir lo suficiente restaura nuestra capacidad de pensar con claridad y responder con calma. La falta de sueño tiende a hacer que las personas sean más irritables y menos resistentes. Investigaciones recientes indican que el adulto medio necesita algo más de ocho horas de sueño, mientras que los adolescentes y los niños necesitan mucho más. La falta de ejercicio, un horario de sueño incoherente, el estrés no resuelto, ciertos medicamentos, el consumo excesivo de alcohol, problemas médicos como la apnea del sueño y los malos hábitos de sueño son algunos de los factores que pueden interferir en una buena noche de sueño.

El estrés. El trabajo pionero de Hans Selye introdujo el término estrés para describir la reacción física del cuerpo -la respuesta de «lucha o huida»- cuando se adapta al cambio y a estímulos como el ruido y la aglomeración. Cuando los niveles de estrés son elevados, es probable que usted esté más irritable y tenga menos capacidad de recuperación. Demasiadas tareas, plazos poco realistas, cualquier cambio significativo en la vida (incluidos los acontecimientos «buenos» como las vacaciones y la mudanza a un nuevo hogar), la incertidumbre, la preocupación y una baja sensación de control aumentan el estrés, acercándole a la zona de peligro cuando se produce un desencadenante imprevisto.

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Sustancias. El alcohol, la cafeína y otras sustancias pueden intensificar drásticamente nuestras emociones. En contra de la sabiduría popular, el alcohol no te hace sentir feliz y relajado de forma fiable. Si ya estás algo irritado, triste o ansioso, el alcohol probablemente intensificará tus sentimientos porque deprime los centros del cerebro que normalmente te permiten controlar (inhibir) tus emociones. La cafeína aumenta tu nivel de tensión y puede intensificar la irritación y el estrés. Algunos medicamentos que se compran sin receta (remedios para el resfriado, por ejemplo) también pueden aumentar la tensión, por lo que es importante comprobar los efectos secundarios. Muchas drogas ilegales reducen su capacidad de pensar con claridad, potencian sus emociones o están específicamente relacionadas con la agresividad.

Alimentación. Una nutrición adecuada y correcta es necesaria para mantener la resiliencia y disminuir la intensidad emocional. Cuando te saltas comidas como el desayuno o la comida, tu nivel de azúcar en sangre cae en picado, aumentando tu nivel de irritabilidad y fatiga y reduciendo tu capacidad de pensar con claridad. Muchos nutricionistas creen que un exceso de azúcar o de comida basura puede aumentar la probabilidad de que se produzcan cambios de humor que pueden afectar a su capacidad para enfrentarse con coherencia al siguiente desencadenante que surja. Comer de forma equilibrada y asegurarse de ingerir las vitaminas y minerales necesarios aumenta la capacidad de recuperación para poder hacer frente a lo que surja.

La enfermedad. Cuando estamos enfermos o nos enfrentamos al dolor, nuestra capacidad de recuperación se reduce. Tener un dolor de cabeza, un malestar estomacal o los dolores de un mal resfriado o una gripe concentra nuestros recursos internos en recuperarnos, dejando poca energía extra para hacer frente a los acontecimientos agravantes. Algunos de nosotros padecemos enfermedades crónicas dolorosas o debilitantes (por ejemplo, lumbalgias o migrañas) que pueden poner a prueba nuestros recursos de afrontamiento y distraernos de poder concentrarnos plenamente en los aspectos importantes de una situación desencadenante. El dolor y el malestar pueden aumentar nuestra excitación, crear irritabilidad y, en general, reducir nuestra capacidad de pensar con claridad.

Los fundamentos

  • ¿Qué es la ira?
  • Busca un terapeuta para curarte de la ira

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