La palabra «científico» entró en la lengua inglesa en 1834. Fue entonces cuando el historiador y filósofo de la Universidad de Cambridge William Whewell acuñó el término para describir a alguien que estudia la estructura y el comportamiento del mundo físico y natural mediante la observación y la experimentación. Se podría argumentar, pues, que el primer científico moderno fue alguien como Charles Darwin o Michael Faraday, dos figuras emblemáticas que también fueron contemporáneas de Whewell. Pero incluso si el término no existía antes de la década de 1830, las personas que encarnaban sus principios sí lo hacían.
Para encontrar al primer científico, debemos viajar en el tiempo aún más atrás. Podríamos remontarnos a los griegos más antiguos, hasta Tales de Mileto, que vivió desde el año 624 a.C. hasta el 545 a.C. Según muchos testimonios, Tales consiguió muchos logros en el campo de la ciencia y de las matemáticas, pero no dejó ningún registro escrito y puede haber sido, como Homero, una figura célebre que recibió el crédito de muchos grandes logros, pero que puede no haber existido nunca.
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Podríamos considerar también a otros antiguos griegos, como Euclides (el padre de la geometría) o Ptolomeo (el astrónomo equivocado que puso la Tierra en el centro del cosmos). Pero todos estos hombres, a pesar de ser grandes pensadores, se basaron en la elaboración de argumentos en lugar de realizar experimentos para demostrar o refutar hipótesis.
Algunos estudiosos creen que la ciencia moderna tuvo sus orígenes en una impresionante clase de matemáticos y filósofos árabes que trabajaban en Oriente Medio décadas antes de que comenzara el Renacimiento europeo. Este grupo incluía a al-Khwarizmi, Ibn Sina, al-Biruni e Ibn al-Haytham. De hecho, muchos expertos reconocen a Ibn al-Haytham, que vivió en el actual Irak entre el 965 y el 1039 de nuestra era, como el primer científico. Inventó la cámara estenopeica, descubrió las leyes de la refracción y estudió varios fenómenos naturales, como el arco iris y los eclipses. Sin embargo, no está claro si su método científico era realmente moderno o más bien parecido al de Ptolomeo y sus predecesores griegos. Tampoco está claro si había surgido del misticismo que aún prevalecía en la época.
Es casi imposible determinar cuándo la influencia del misticismo se había desvanecido por completo entre los científicos. Lo que es más fácil de identificar son las características de un científico moderno. Según el autor Brian Clegg, un científico moderno debe reconocer la importancia de la experimentación, abrazar las matemáticas como herramienta fundamental, considerar la información sin prejuicios y comprender la necesidad de comunicar. En otras palabras, debe estar libre de dogmas religiosos y dispuesto a observar, reaccionar y pensar objetivamente. Está claro que muchas personas que realizaban trabajos científicos en el siglo XVII -Christiaan Huygens, Robert Hooke, Isaac Newton- cumplían la mayoría de estos requisitos. Pero para encontrar al primer científico con estas características, hay que viajar al Renacimiento, a mediados del siglo XVI.
Allí nos dirigiremos a continuación.
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