La violencia doméstica -también conocida como abuso doméstico, violencia de pareja o maltrato- puede comenzar cuando uno de los miembros de la pareja siente la necesidad de controlar y dominar al otro.
Los agresores pueden sentir esta necesidad de controlar a su pareja debido a una baja autoestima, celos extremos, dificultades para regular la ira y otras emociones fuertes, o cuando se sienten inferiores al otro miembro de la pareja en cuanto a educación y nivel socioeconómico.
Algunas personas con creencias muy tradicionales pueden pensar que tienen derecho a controlar a su pareja y que las mujeres no son iguales a los hombres. Otros pueden tener un trastorno de la personalidad o un trastorno psicológico no diagnosticado. Y otras pueden haber aprendido este comportamiento por haber crecido en un hogar donde la violencia doméstica era aceptada como parte normal de la crianza en su familia.
La dominación de la pareja puede adoptar la forma de abuso emocional, físico o sexual. Los estudios sugieren que el comportamiento violento suele estar causado por una interacción de factores situacionales e individuales. Eso significa que los maltratadores aprenden el comportamiento violento de su familia, de la gente de su comunidad y de otras influencias culturales mientras crecen. Es posible que hayan visto la violencia con frecuencia o que ellos mismos hayan sido víctimas. Algunos maltratadores reconocen haber sido maltratados de pequeños.
Los niños que presencian o son víctimas de la violencia pueden aprender a creer que la violencia es una forma razonable de resolver los conflictos entre las personas. Los niños que aprenden que las mujeres no deben ser valoradas o respetadas y que ven la violencia dirigida contra las mujeres son más propensos a abusar de las mujeres cuando crecen. Las niñas que son testigos de la violencia doméstica en sus familias de origen tienen más probabilidades de ser víctimas de sus propios maridos. Aunque las mujeres son la mayoría de las veces las víctimas de la violencia doméstica, los roles de género pueden y se invierten a veces.
El alcohol y las drogas pueden contribuir al comportamiento violento. Una persona ebria o drogada tendrá menos posibilidades de controlar sus impulsos violentos hacia su pareja, por lo que mantener esos episodios de consumo de alcohol o drogas al mínimo puede ser valioso para una persona que vive en una situación de violencia doméstica.
Sin embargo, ninguna causa de la violencia doméstica justifica las acciones del maltratador, ni debe utilizarse como justificación de su comportamiento. Estas posibles causas son sólo para entender mejor por qué un maltratador cree que es aceptable abusar de su pareja física, sexual, psicológica o emocionalmente. En última instancia, un maltratador debe buscar ayuda para su comportamiento malsano y destructivo, o se encontrará viviendo una vida solitaria y sin compañía.