Presentación del podcast de Atlas Obscura

El segundo edificio más alto del hemisferio occidental (el más alto si no se cuentan las antenas) ofrece una vista inigualable del paisaje urbano, todo ello desde la comodidad de cuatro plataformas de cristal suspendidas a 1.353 pies en el aire. Situadas en la planta 103 del Skydeck de la Willis Tower, las perchas de observación tienen paredes, suelos y techos totalmente de cristal, lo que permite a los visitantes sobresalir del borde del edificio para disfrutar de una vista única y digna de vértigo del paisaje arquitectónico de Chicago.

Aunque el edificio se conoce ahora oficialmente como Willis Tower tras ser adquirido en 2009, se le sigue llamando comúnmente por su antiguo nombre, Sears Tower. Es el decimocuarto edificio más alto del mundo, con 110 pisos que constituyen 1.450 pies. Los cubos de cristal, llamados «The Ledges», se abrieron al público en 2009. Cada uno de los cuatro compartimentos mide tres metros por tres metros y sobresale 4,3 pies del borde de la torre.

Con tres capas de vidrio que suman una pulgada y media de espesor, cada plataforma puede soportar hasta cinco toneladas. Los tres lados, la parte superior y la parte inferior, completamente transparentes, están diseñados para generar la sensación de estar planeando sobre Chicago, ya que las cajas son lo suficientemente anchas como para que una fila de visitantes pueda estar suspendida a la vez. Un día despejado ofrece una vista de hasta 80 kilómetros y cuatro estados.

Los expertos en diseño de vidrio estructural Halcrow Yolles llevaron los planes arquitectónicos originales de Skidmore, Owings & Merrill un paso más allá, desde el concepto de una estructura retráctil para facilitar la limpieza hasta una caja de vidrio con un soporte estructural casi invisible. Se eliminó todo el acero del perímetro lateral e inferior, lo que completó la apariencia de flotar en el aire.

La idea de los Ledges se originó supuestamente por la constante limpieza que los trabajadores tenían que hacer en las ventanas del Skydeck. Todos los días, los turistas presionaban sus frentes contra el cristal, intentando mirar hacia abajo la ciudad, dejando manchas que se volvían tediosas de limpiar. Ahora, todo lo que el personal tiene que limpiar son las ocasionales huellas de pies dejadas por niños intrépidos, o las huellas de manos de adultos nerviosos que se aseguran de que las paredes siguen ahí.

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