Respuesta corta: Es un fallo del sistema.
Todo el mundo se muerde accidentalmente la lengua de vez en cuando, lo cual es totalmente ridículo si lo piensas. Desde el punto de vista de la conciencia que el cuerpo tiene de sí mismo y del espacio que ocupa, es como darse un puñetazo en la cabeza por accidente (lo cual, si soy sincero, me ha ocurrido).
El cómico irlandés Dara Ó Briain señala sucintamente lo absurdo de mordernos la lengua de esta manera: «Si realmente fuimos creados por Dios, ¿por qué seguimos mordiéndonos de vez en cuando las entrañas de nuestra propia boca?», pregunta retóricamente. «Tenía tantas ganas de comerme ese plato de pasta que me he comido mi propia cara».
¡Ya lo he hecho!
Pero, en serio, ¿nuestros cuerpos humanos, tan evolucionados, no deberían tener algún tipo de mecanismo de seguridad incorporado para evitar que nos aprieten torpemente nuestros propios órganos bucales? Pues en realidad sí lo tienen.
En 2014, investigadores de la Universidad de Duke utilizaron una «sofisticada técnica de rastreo» en los cerebros de los ratones para entender mejor cómo los cerebros humanos coordinan los movimientos de los músculos de nuestras mandíbulas y lenguas al masticar. Aunque todo es bastante complejo, básicamente descubrieron que un grupo de neuronas premotoras y motoneuronas trabajan juntas para regular la apertura de la mandíbula y la protrusión de la lengua, mientras que solo las motoneuronas actúan para cerrar la mandíbula y retraer la lengua.
En términos más sencillos, las neuronas de nuestro cerebro coordinan los movimientos de la mandíbula y la lengua para evitar que nos hagamos una comida. Pero cuando entran en cortocircuito, lo que ocurre a veces, acabamos mordiéndonos accidentalmente la lengua.
Esperamos que esto le ayude la próxima vez que brame con agonía a través de una boca llena de sándwich.