Resumen
Objetivo: Analizar el proceso en la toma de decisiones que conducen a la interrupción del embarazo en el tercer trimestre y evaluar la morbilidad materna asociada a este procedimiento.
Diseño: Estudio retrospectivo.
Entorno: El Hospital Universitario Maternité Port Royal, París, Francia.
Población: Una serie consecutiva de 956 interrupciones del embarazo realizadas por anomalías fetales en embarazos únicos, 305 de ellas en el tercer trimestre y 651 en el segundo.
Principales medidas de resultado: Indicaciones de interrupción del embarazo; proceso que lleva a la interrupción tardía del embarazo; morbilidad materna.
Resultados: Ciento trece (37%) interrupciones del embarazo en el tercer trimestre se asociaron a falsos negativos resultantes de los resultados de pruebas de cribado anteriores. En 15 interrupciones (5%) se pospuso la decisión, aunque el mal pronóstico fetal se estableció antes. En 55 (18%) el diagnóstico no fue posible antes del tercer trimestre, y en 122 (40%) el diagnóstico fue posible antes, pero el mal pronóstico del feto no se estableció hasta el tercer trimestre. La morbilidad materna debida a la interrupción del embarazo fue similar en el segundo y tercer trimestre.
Conclusión: Un tercio de las interrupciones tardías del embarazo podrían haberse evitado con un cribado más eficiente en el segundo trimestre. Sin embargo, dado que el pronóstico fetal no siempre está claro cuando se diagnostica una malformación, posponer la decisión hasta el desarrollo fetal permite una evaluación más exhaustiva y puede evitar la interrupción innecesaria del embarazo en el segundo trimestre. Este podría ser el principal aspecto beneficioso de no establecer un límite a la edad gestacional para realizar la interrupción del embarazo.
Objetivo: Analizar el proceso en la toma de decisiones que conducen a la interrupción del embarazo en el tercer trimestre y evaluar la morbilidad materna asociada a este procedimiento.
Diseño: Estudio retrospectivo.
Entorno: El Hospital Universitario Maternité Port Royal, París, Francia.
Población: Una serie consecutiva de 956 interrupciones del embarazo realizadas por anomalías fetales en embarazos únicos, 305 de ellas en el tercer trimestre y 651 en el segundo.
Principales medidas de resultado: Indicaciones de interrupción del embarazo; proceso que lleva a la interrupción tardía del embarazo; morbilidad materna.
Resultados: Ciento trece (37%) interrupciones del embarazo en el tercer trimestre se asociaron a falsos negativos resultantes de los resultados de pruebas de cribado anteriores. En 15 interrupciones (5%) se pospuso la decisión, aunque el mal pronóstico fetal se estableció antes. En 55 (18%) el diagnóstico no fue posible antes del tercer trimestre, y en 122 (40%) el diagnóstico fue posible antes, pero el mal pronóstico del feto no se estableció hasta el tercer trimestre. La morbilidad materna debida a la interrupción del embarazo fue similar en el segundo y tercer trimestre.
Conclusión: Un tercio de las interrupciones tardías del embarazo podrían haberse evitado con un cribado más eficiente en el segundo trimestre. Sin embargo, dado que el pronóstico fetal no siempre está claro cuando se diagnostica una malformación, posponer la decisión hasta el desarrollo fetal permite una evaluación más exhaustiva y puede evitar la interrupción innecesaria del embarazo en el segundo trimestre. Este podría ser el principal aspecto beneficioso de no establecer un límite a la edad gestacional para realizar la interrupción del embarazo.
PIP: Los procesos asociados a las interrupciones tardías de embarazos con una anomalía fetal se evaluaron en un estudio retrospectivo de 956 abortos consecutivos en el segundo y tercer trimestre realizados en el Hospital Universitario Maternite Port Royal de París, Francia, entre 1986 y 1994. 651 de estas interrupciones se realizaron en el segundo trimestre y 305 en el tercero. Las principales indicaciones para el aborto en el tercer trimestre fueron las anomalías neurológicas, las malformaciones múltiples con un cariotipo normal y las anomalías cromosómicas diagnosticadas tras una ecografía rutinaria anormal. En 55 casos (18%) de aborto inducido en el tercer trimestre, la anomalía no pudo ser diagnosticada antes del tercer trimestre. Este grupo incluía casos de hidropesía autoinmune ocurrida en el tercer trimestre, síndrome de Down revelado por anomalías ecográficas y anomalías cromosómicas estructurales reveladas por restricción del crecimiento intrauterino o causadas por infección por citomegalovirus. En otros 122 (40%) de los abortos del tercer trimestre, el pronóstico de la anomalía no pudo establecerse con seguridad hasta el tercer trimestre, aunque el diagnóstico prenatal fuera posible antes. En la mayoría de estos casos se trataba de ventriculomegalias cerebrales. En otros 15 casos (5%), el mal pronóstico del feto se estableció en el segundo trimestre, pero la interrupción se pospuso, ya sea por el médico o porque la pareja necesitaba más tiempo para tomar una decisión. En los últimos 113 casos (37%), la enfermedad por la que se interrumpió el embarazo en el tercer trimestre podría haberse detectado antes, pero los exámenes realizados durante el segundo trimestre dieron falsos negativos. El mielomeningocele, la trisomía 18 y 13 y el enanismo letal representaron la mayoría de estas interrupciones del tercer trimestre potencialmente evitables.