Ya sea que se hable de ellos abiertamente o en voz baja, hay rincones de casi todas las grandes ciudades donde el comercio sexual prospera. Desde Nevada hasta Ámsterdam, pasando por París y Bangkok, los barrios rojos han ocupado un lugar en la mente de artistas, escritores, bohemios confesos, moralistas, éticos y viajeros durante siglos.
Por supuesto, hay que desatar una maraña de espinosos dilemas antes de plantearse añadir a su itinerario los barrios rojos más conocidos del mundo. En primer lugar, habrá que considerar lo que significa participar en un espectáculo que a menudo explota a comunidades ya marginadas de mujeres, personas LGBTQ, desfavorecidas económicamente y personas de color. Es importante tener en cuenta que muchos de los que participan en el comercio sexual no lo hacen de forma consentida.
También está la cuestión de la legalidad: Mientras que ciudades como Ámsterdam tienen leyes notoriamente liberales que, aparentemente, hacen que entrar en el comercio del sexo sea una opción regulada (y por lo tanto desestigmatizada), en otras partes del mundo, es un crimen absoluto. Eso por no hablar de la implicación del trabajo sexual en la exacerbación de los ciclos de pobreza y violencia ya existentes en regiones donde el turismo ya ha contribuido a las economías monosectoriales. La cuestión se complica en la medida en que el trabajo sexual, como todos los aspectos de la vida, se mueve en línea. De hecho, la escena en muchos de los barrios que se enumeran a continuación ya no es tan intensa como antes (Geylang, en Singapur, es un ejemplo de ello).
Ahora, con todo esto en mente, aquí están algunos de los distritos rojos más infames del mundo, que van desde auténticas zonas sexuales libres hasta zonas de tolerancia desinfectadas y barrios violentos donde los turistas nunca deberían ser vistos.
Los distritos rojos más famosos de Asia
Con sus altísimas temperaturas y su rápido ritmo de vida, Bangkok está esencialmente preparada para todo lo sórdido y tórrido. Así que no es de extrañar que las actitudes notoriamente relajadas de la ciudad hacia el trabajo sexual -no es exactamente legal, pero tampoco ilegal- hayan convertido a Bangkok en un centro para el comercio en el sudeste asiático. Y aunque estos hechos significan ciertamente que la experiencia de caminar por las calles del mercado de Patpong, Soi Nana y Soi Cowboy puede resultar más que sórdida, y no hay que subestimar la preocupación por el tráfico de personas. Un recorrido por el mercado de Patpong, más allá de los apetitosos puestos de comida callejera y las mesas llenas de camisetas baratas, es un asalto a los sentidos y a la sensibilidad. Se oyen vendedores ambulantes que venden de todo, desde espectáculos de ping-pong hasta sexo en vivo, y la mayoría -si no todos- de los participantes se pueden conseguir por un precio. Sin embargo, si se habla con la mayoría de las personas que han presenciado estas escapadas, el efecto está lejos de ser excitante. Aquellos que decidan entrar en los bares y clubes de estas zonas de la ciudad, sobre todo en Patpong, deben contar con unos mínimos de bebida estrictamente aplicados (y con precios exorbitantes), una gestión agresiva y tácticas de venta de alta presión.