Derivada del latín lascivia, que significa «excitación o deseo ardiente», de lascivus que significa «excitado», la palabra lascivia refiere a una propensión a los deleites carnales y a un exceso del apetito sexual. La abundancia de estímulos que excitan los sentidos suele ser generadora de una actividad o deseo sexual exacerbados que desencadena la lujuria.
La lascivia está asociada a un desenfreno o descontrol de la excitación y la voluptuosidad, en relación a la conducta de las personas entregadas a ella. Se trata de una necesidad de satisfacción inmediata del deseo sexual, que es prioritaria en los sujetos que no tienen capacidad para controlar sus impulsos.
La lascivia es un deseo sexual irrefrenable, que no puede esperar el momento oportuno.
Surgen los problemas cuando el impulso sexual ejerce un dominio total sobre el sujeto sin ninguna posibilidad de control. En estos casos, suelen sufrirse consecuencias tanto en los ámbitos laborales, familiares como interpersonales. Y es muy probable que la persona que necesita gratificación sexual a toda hora del día pueda tener problemas de relación con su pareja.
En cambio, cuando el deseo exacerbado es puntual, la situación resulta diferente como por ejemplo luego de una distancia de pareja en la que se fantaseó el momento del encuentro, ansiado por ambas partes. La lujuria no patológica, bajo control y con la persona adecuada en el momento oportuno, es saludable para mantener buenas relaciones sexuales.
En la lascivia, la persona tiene una necesidad de satisfacción del placer sexual aquí y ahora, sin pensar en las consecuencias de sus actos. Por ejemplo, el sujeto excitado en su ámbito laboral no dudará en ir al baño a masturbarse varias veces en un corto lapso. Si la imposibilidad de ejecutar una práctica sexual le genera angustia puede ser motivo de preocupación.
La lascivia comienza instalándose en la mente, que es escenario de fantasías, situaciones e imágenes lujuriosas. Esto suele ocurrir de una forma exagerada cuando la persona carece de momentos de gratificación vitales, por ejemplo los que son creados por la música, la lectura, el arte, el tiempo al aire libre, momentos que dispersan y dan menor espacio a pensamientos de esta naturaleza.
Aún antes del nacimiento, ya hay percepción de gratificación por parte de la persona por nacer que se desarrolla en el vientre materno, ambiente confortable y protegido de las adversidades del exterior. Dichas sensaciones de gratificación son los primeras bases fundamentales para la constitución de la futura subjetividad en la vida adulta.
Una mujer embarazada que sufrió golpes y violencia durante la gestación, no podrá evitar la percepción de frustración por parte del bebé que se está gestando en su vientre. Como así también serán gratamente percibidas por el feto, dentro del útero, las sensaciones agradables, de gratificación, que se generan a través de la simbiosis con una embarazada cuya familia lo espera con amor y dedicación.
A partir del nacimiento y a lo largo de la vida, la suma de gratificaciones debe superar el monto de frustraciones para que se desarrolle un ser humano equilibrado desde el punto de vista de la salud mental. Si esto no ocurriere así, la búsqueda de satisfacción puede enfocarse en horizontes poco deseables y transitar por caminos de desenfreno.