La derrota… y la decisión
Durante el U.S. Amateur de 1929, el gran Bobby Jones perdió inexplicablemente su partido de primera ronda en Pebble Beach contra un oscuro jugador llamado Johnny Goodman.
Por aquel entonces, Jones había soñado con un idílico club de golf en algún lugar cercano a su casa de Atlanta y, al parecer, tenía un acuerdo de mano con Ross para que el escocés diseñara el campo cuando Jones estuviera preparado para embarcarse en el proyecto.
Pero cuando Jones perdió en la primera ronda de Pebble Beach, tenía una semana para matar -los preparativos de los viajes no eran tan fluidos como ahora. Pasó mucho tiempo jugando en un nuevo campo en la península de Monterey y conociendo a su arquitecto. Jones quedó tan cautivado por lo que encontró en Cypress Point y Alister MacKenzie que se fue de California sabiendo que MacKenzie, el médico británico convertido en arquitecto de golf, sería su diseñador y no Ross.
Ross no se alegró al saber que Jones iba a contratar a MacKenzie para diseñar el nuevo campo en Georgia. Así que volvió a trabajar en su propia joya: Pinehurst nº 2.
«Ross era un notorio individualista», explicó el autor e historiador Charles Price en «A Golf Story», su libro de 1986 sobre Jones y el Torneo de Maestros, «y Jones quería un campo con sus diseños incorporados, no un campo completamente de otro». John Derr, residente de Pinehurst, recuerda los pelos de punta de Ross a mediados de la década de 1930, cuando Derr, por aquel entonces un joven periodista deportivo de Greensboro, le hizo inocentemente un comentario elogioso a Ross sobre el nuevo y magnífico campo de Augusta.
Ross se enfadó.
Y volvió a trabajar en su propia joya: Pinehurst nº 2.