Platón escribe que la Forma (o Idea) del Bien, aunque no el conocimiento mismo, y desde el Bien, las cosas que son justas, adquieren su utilidad y valor. Los humanos están obligados a perseguir el bien, pero nadie puede esperar hacerlo con éxito sin un razonamiento filosófico. Según Platón, el verdadero conocimiento no versa sobre los objetos materiales y las inteligencias imperfectas que encontramos en nuestras interacciones cotidianas con toda la humanidad, sino que investiga la naturaleza de esos patrones más puros y perfectos que son los modelos según los cuales se forman todos los seres creados. Platón supone que estos tipos perfectos existen desde toda la eternidad y los llama las Formas o Ideas. Como estas Formas no pueden ser percibidas por los sentidos humanos, cualquier conocimiento que alcancemos de las Formas debe ser visto a través del ojo de la mente (cf. Parménides 132a), mientras que las ideas derivadas del mundo concreto del flujo son en última instancia insatisfactorias e inciertas (véase el Teeteto). Mantiene ese grado de escepticismo que niega toda autoridad permanente a la evidencia del sentido. En esencia, Platón sugiere que la justicia, la verdad, la igualdad, la belleza y muchas otras derivan en última instancia de la Forma del Bien.
Crítica de AristótelesEditar
Aristóteles discute las Formas del Bien en términos críticos varias veces en sus dos principales obras éticas que sobreviven, la Ética Eudemia y la Ética Nicomaquea. Aristóteles argumenta que la Forma del Bien de Platón no se aplica al mundo físico, ya que Platón no asigna «bondad» a nada en el mundo existente. Dado que la Forma del Bien de Platón no explica los acontecimientos del mundo físico, los seres humanos no tienen ninguna razón para creer que la Forma del Bien existe y, por tanto, la Forma del Bien es irrelevante para la ética humana.
Otras críticasEditar
La Forma del Bien de Platón se critica a menudo por ser demasiado general. La Forma del Bien de Platón no define las cosas del mundo físico que son buenas, y por lo tanto carece de conexión con la realidad. Debido a que la Forma del Bien de Platón carece de instrucción, o formas para que el individuo sea bueno, la Forma del Bien de Platón no es aplicable a la ética humana ya que no hay un método definido para que la bondad pueda ser perseguida. A través de Sócrates en La República, Platón reconoce que la Forma del Bien es un concepto elusivo y propone que la Forma del Bien sea aceptada como una hipótesis, en lugar de ser criticada por sus debilidades. Según Sócrates en La República, la única alternativa a aceptar una hipótesis es refutar todas las objeciones contra ella, lo cual es contraproducente en el proceso de contemplación.
Aristóteles junto con otros estudiosos ve la Forma del Bien como sinónimo de la idea de Uno. Platón afirma que el Bien es la Forma más elevada, y que todos los objetos aspiran a ser buenos. Dado que Platón no define las cosas buenas, interpretar la Forma del Bien de Platón a través de la idea de Uno permite a los estudiosos explicar cómo la Forma del Bien de Platón se relaciona con el mundo físico. Según esta filosofía, para que un objeto pertenezca a la Forma del Bien, debe ser Uno y tener la armonía, la uniformidad y el orden adecuados para estar en su forma correcta.
El filósofo Rafael Ferber rechazó la opinión de Aristóteles de que el «Bien» es «Uno» y escribió que la Forma del Bien es autocontradictoria. Ferber afirmó que la Forma del Bien de Platón podía ser simultáneamente definida y desconocida, y estar en un estado tanto de «ser» como de «no ser».
Las Formas de Platón también son criticadas por ser tratadas como la razón de todas las cosas, en oposición a ser una esencia en sí misma. Algunos estudiosos también creen que Platón pretendía que la Forma fuera la esencia de la que surgen las cosas. Estas diferentes interpretaciones de la intención de Platón para la Forma pueden atribuirse a la idea de que Platón no tenía una definición sistemática de la Forma en sí misma.