La amplia variedad de agentes antihipertensivos disponibles en la actualidad permite una considerable flexibilidad en el tratamiento farmacológico de la hipertensión. Los nuevos bloqueantes alfa y beta-adrenérgicos disponibles han aumentado considerablemente esta flexibilidad. Su seguridad y eficacia garantizan que se utilizarán cada vez más en el tratamiento de la hipertensión. El nuevo bloqueador postsináptico de los receptores alfa, la prazosina, está generalmente libre de los efectos secundarios que impedían el uso de los bloqueadores alfa que afectaban tanto a los receptores pre como a los postsinápticos. Es moderadamente eficaz y, salvo el problema de la hipotensión de «primera dosis», suele ser bien tolerado. El labetalol, un compuesto que posee propiedades de bloqueo de los receptores alfa y beta, ha resultado eficaz como tratamiento oral para la hipertensión crónica y como agente intravenoso para tratar las crisis hipertensivas. La experiencia posterior con el labetolol determinará su seguridad y eficacia para el tratamiento a largo plazo de la hipertensión. Aunque la utilidad de los agentes bloqueadores de los receptores beta-adrenérgicos en la hipertensión es incuestionable, el mecanismo por el que reducen la presión arterial sigue siendo cuestionable. La mayor parte de nuestra experiencia ha sido con el propranolol, pero es probable que otros betabloqueantes, utilizados ahora en Inglaterra y Europa, estén disponibles en los Estados Unidos. Desde enero de 1979, sólo el metoprolol se ha añadido al propranolol como betabloqueantes aprobados para el tratamiento de la hipertensión. Las directrices generales para el uso del propranolol se indican en el cuadro 6. Es probable que el metoprolol se utilice cada vez más, ya que parece funcionar tan bien como el propranolol y probablemente cause menos efectos secundarios. No obstante, las experiencias con un betabloqueante, tanto buenas como malas, no pueden interpolarse a otro betabloqueante, ya que existen diferencias obvias y sutiles en sus acciones. Los pacientes a los que les va bien el tratamiento con propranolol deben seguir recibiendo ese fármaco; a los pacientes que se inician en un tratamiento con betabloqueantes se les puede dar a elegir el metoprolol y, en un futuro próximo, también otros betabloqueantes. Más allá de su eficacia y de la ausencia de efectos secundarios en aproximadamente el 80% de los pacientes, los betabloqueantes pueden ofrecer una ventaja especial en la protección contra la enfermedad coronaria. Dicha protección se ha sugerido en ensayos limitados, pero necesita más documentación. Mientras tanto, las ventajas conocidas de los betabloqueantes aseguran su uso creciente en el tratamiento de la hipertensión. Independientemente del alfabloqueante o betabloqueante que se elija, debe utilizarse un diurético de forma concomitante para potenciar y preservar la eficacia del bloqueante adrenérgico.