Depresión tras un ictus

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Casi dos tercios de las personas que sufren un ictus también se encuentran luchando contra la depresión. Puede atribuirse a una variedad de causas que incluyen las emociones debidas a las pérdidas físicas o simplemente la abrumadora realidad de pasar por la terapia necesaria para recuperarse. La depresión después de un ictus también puede deberse a cambios bioquímicos en el cerebro. Una lesión cerebral puede interferir con el estado emocional previamente normal de una persona.

Los cuidadores esperarán que un ser querido esté triste después de un ictus. Es importante que conozcan los síntomas de la depresión y los de la apatía, el sentimiento de indiferencia o de no tener emociones en absoluto. Una persona apática está satisfecha y contenta sin hacer nada, y no le molesta. Esto se observa a menudo en quienes han sufrido accidentes cerebrovasculares en el hemisferio derecho.

La depresión, sin embargo, está marcada por sentimientos de tristeza o desánimo e incluso por pensamientos suicidas. Los síntomas de la depresión tras un ictus son los mismos que los de cualquier otra causa. Si la tristeza y la desesperanza extremas persisten durante más de dos semanas, o la persona no tiene interés en la terapia, en socializar o le cuesta concentrarse, el cuidador debe empezar a considerar la posibilidad de buscar ayuda. La depresión no aparece en un momento determinado; puede aparecer semanas o meses después de que se haya producido el ictus.

La depresión tampoco afecta sólo al ser querido. Los cuidadores familiares en general ya se enfrentan a un alto riesgo de desarrollar depresión. Quienes cuidan de personas que se recuperan de un ictus no sólo tienen que enfrentarse a retos de movilidad, atención y comunicación, sino que la depresión de un ser querido añade una carga adicional que puede llevar al cuidador a desarrollar una depresión propia. Una investigación de la Asociación Americana de Accidentes Cerebrovasculares revela que entre el 30 y el 33 por ciento de los cuidadores estaban deprimidos en las citas de revisión de su ser querido a los 18 meses después del accidente cerebrovascular.

Un estudio publicado en la revista Neurology en 2011 demostró que tratar con éxito la depresión tanto del cuidador como del ser querido también ayuda a la recuperación de la persona tras el accidente cerebrovascular. El mismo estudio, financiado por el Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares, dio a los líderes del sector la prueba de que la correlación entre el accidente cerebrovascular y la depresión es real, y la depresión puede causar un impacto aún mayor en la calidad de vida que los impedimentos físicos/mentales del propio accidente cerebrovascular.

Opciones de tratamiento

El Instituto Nacional de Salud dice que la mayoría de las personas que se enfrentan a la depresión después de un accidente cerebrovascular no reciben la ayuda que necesitan. El tratamiento puede ser bastante sencillo si los síntomas se reconocen y se manejan desde el principio.

Los terapeutas ocupacionales están capacitados para notar los signos de depresión y si un ser querido está en terapia, esta persona puede ser una primera línea de defensa para el tratamiento de las preocupaciones posteriores al accidente cerebrovascular. La terapia cognitiva conductual también es beneficiosa, ya que ayuda a cambiar los pensamientos y comportamientos negativos que se suman a su depresión. El asesoramiento, grupal o individual, es otra alternativa para la terapia conversacional. Muchas veces esto ayuda a los seres queridos a trabajar con los sentimientos de pérdida del ictus, así como a obtener una visión positiva del futuro, su «nueva» normalidad.

Otro enfoque de tratamiento común es a través de la nutrición. Se sabe que una dieta rica en ácidos grasos Omega-3, ácido fólico, vitamina B e hidratos de carbono complejos ayuda a quienes padecen depresión. Los ácidos grasos Omega-3 se encuentran en alimentos como el pescado, la linaza y las nueces, y promueven un cerebro sano. Los hidratos de carbono complejos incluyen alimentos como el arroz integral, la avena y el trigo integral. Estos estimulan las sustancias químicas neurotransmisoras del cerebro que afectan al estado de ánimo. El chocolate negro ayuda a reducir la fatiga y el estrés en una persona con depresión. Los cuidadores pueden pensar en las judías, las naranjas y el brócoli como fuentes de ácido fólico, un nutriente vital que ayuda a la cognición. En cuanto a la vitamina B, los huevos, la leche y el hígado aumentan la energía y el estado de alerta de la persona.

Como ocurre con la mayoría de las dolencias físicas, el ejercicio también ayuda a mejorar el estado mental de la persona. Existen equipos adaptados para quienes se están recuperando de un ictus. Caminar, el yoga y la natación son ejercicios de bajo impacto que son terapias ideales para las afecciones posteriores al ictus.

El tratamiento de la depresión posterior al ictus no es una solución única. El tratamiento está disponible y el cuidador juega un papel importante en su éxito. Los antidepresivos suelen ayudar a un ser querido a superar el duro momento de transición tras un ictus. Son tratamientos comunes prescritos por un médico o psiquiatra. Los antidepresivos mejoran el estado de ánimo al interactuar con las sustancias químicas neurotransmisoras del cerebro, y hay una variedad de opciones disponibles que un médico puede prescribir para ver cuál funciona mejor para esa persona.

Apoyo social

Aunque la terapia y la medicación son medidas de tratamiento bien conocidas y exitosas para la depresión, no se puede subestimar la importancia del apoyo social tras un ictus.

El tratamiento por sí solo no siempre es suficiente, y si no se trata, la depresión puede empeorar otros síntomas comunes tras el ictus como la desnutrición, la incontinencia, el dolor, la fatiga y los problemas de sueño. Además, si una persona se ve inhibida en su recuperación debido a la depresión, esos sentimientos sólo se agravan por la falta de progreso hacia la recuperación.

La comunicación es fundamental. Las relaciones pueden cambiar después de un accidente cerebrovascular, y eso por sí solo es razón suficiente para seguir hablando con la familia y los amigos. La seguridad de que, aunque las cosas sean diferentes, el amor y el respeto mutuos siguen existiendo es muy importante para la recuperación de un ser querido del ictus y de la depresión asociada a él. Los grupos de apoyo para el ictus son a menudo un gran beneficio y pueden encontrarse en la mayoría de los hospitales locales o en los centros de ictus.

El manejo exitoso de la depresión después de un ictus evita que tanto el cuidador como el ser querido sufran un gran coste. La depresión tiene un coste físico y emocional, y nunca debe ser ignorada o minimizada. Definitivamente, la ayuda está disponible.

Atención a la depresión

Los síntomas de la depresión tras un ictus son los mismos que los de cualquier otra causa. Los cuidadores deben estar atentos a los siguientes comportamientos en un ser querido:

  • Sentimientos persistentes de tristeza, ansiedad o vacío
  • Alteraciones del sueño
  • Aumento o disminución del apetito y de los patrones de alimentación
  • Sentimientos de impotencia, desesperanza y/o inutilidad
  • Aislamiento social
  • Pérdida de interés en actividades o aficiones
  • Irritabilidad
  • Fatiga
  • Dificultad para concentrarse o recordar detalles
  • Dolores, cefaleas y problemas digestivos que no se alivian con el tratamiento
  • Pensamientos suicidas

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