Crítica: Strike (1925) ★★★★

El primer largometraje de Sergei Eisenstein, Strike, es un ejemplo de las técnicas revolucionarias y la visión artística del movimiento de montaje soviético. La huelga narra los acontecimientos que rodean a una infructuosa huelga laboral liderada por los trabajadores de una fábrica en la Rusia prerrevolucionaria, hasta llegar a un enfrentamiento culminante entre la estructura de poder burguesa y el pueblo llano. La narración, al igual que muchas narraciones cinematográficas del montaje soviético, pretende ser propaganda política a favor de la revolución bolchevique.

La narración de Strike no sólo es característica de las películas soviéticas de la época, sino que el montaje y la puesta en escena también son muy típicos del montaje soviético. La película comienza con tomas de una elaborada fábrica, mostrando tanto las partes mecánicas como los diligentes obreros que trabajan como una máquina que funciona sin problemas. Los propios trabajadores rara vez son vistos como individuos distinguibles, sino más bien como un grupo colectivo de personas, que representan a toda la clase trabajadora y, por tanto, a una gran mayoría de la población rusa. Este mismo principio del «colectivo» se aplica también a los brutales oficiales de policía y a los despiadados líderes militares, que, en su conjunto, representan el régimen zarista en la película.

Quizás la característica más definitoria de Strike sea su montaje. Hay muy poco uso de la continuidad, y la mayoría de los planos son breves y no conectan fluidamente con el tiempo o el espacio. Eisenstein utiliza con frecuencia el montaje superpuesto para poner énfasis en ciertas acciones, y el uso de los cortes ayuda a realzar los temas y las motivaciones políticas subyacentes de la película. Lo más famoso es que Eisenstein yuxtapone la masacre de los trabajadores de la fábrica con la matanza de un toro.

Esta es una película particularmente bien elaborada de la era muda, y el simbolismo dramático (y bastante pesado) funciona bien para reforzar el propósito político de la película. El final es especialmente eficaz, ya que utiliza imágenes viscerales para provocar una respuesta emocional a favor de la revolución. Sin embargo, la falta de continuidad en el montaje y de personajes discernibles con los que identificarse hacen que la narración sea algo difícil de seguir a veces.

Eisenstein utiliza varias técnicas de montaje para dictar la interpretación de la imagen por parte del espectador. En el plano de arriba, superpone una máquina de fábrica sobre un plano de obreros para simbolizar la eficiencia colectiva de la clase obrera (Strike, 1925).

Al final de la película, uno puede tener una fuerte comprensión del arco argumental general, pero seguir sin saber por qué se toman ciertas acciones o decisiones (como el incendio de la licorería). Tal vez Eisenstein desea retratar el caos de las revoluciones en acción, y la confusión del público es un efecto necesario. No obstante, ciertos elementos de la revolución, cuando no van acompañados de intertítulos, dejan al público en la oscuridad. A pesar de la falta de claridad narrativa, la película ha sido muy influyente entre los teóricos e historiadores del cine. En general, Strike es muy entretenida y una representación ejemplar del movimiento de montaje soviético.

Estadística: ★★★★ sobre 5

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