No quiero tener un final feliz con mi masaje, pero digamos que sí. ¿Es eso siquiera una posibilidad?
No quiero responder a esto, pero digamos que sí. En primer lugar, te dirigiría al comediante y presentador de radio Jim Norton, que escribió extensamente sobre el tema en su libro, pero no mencionaría el nombre del libro porque creo que si le das a un hombre un título, vendrá una vez, pero si le enseñas a buscar en Google, vendrá siempre. Con eso en mente, le diría que se suscribiera a Internet y se buscara un masajista (sustantivo, del francés antiguo poss y ability), en lugar de un terapeuta de masajes (sustantivo, del inglés medio no y chance). Entonces te diría que buscaras palabras clave establecidas como generoso y rosas. Te diría que le preguntaras lo relajado que estarás al final del masaje, y si te dice que estarás completamente relajado, podrías preguntarle si es obligatorio el drapeado. Si dice que no lo es, te diría que te mantuvieras expuesto y le pidieras, en el momento oportuno, que te frotara los glúteos (sustantivo, del culo de Al Gore). Luego le diría que agitara uno o dos centenares de crispetas mientras guiña el ojo y señala su entrepierna, pero si en algún momento se muestra confusa u ofendida (de la demanda de inglés moderno), le diría que se inventara alguna excusa, se largara de allí, negara todo y se olvidara de mi nombre.
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