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El dolor nervioso crónico, grave y que requiere tratamiento, es una afección común, pero los fármacos disponibles tienen, en el mejor de los casos, sólo una cierta eficacia. Dado que se desconocen en gran medida los mecanismos que subyacen al dolor nervioso, la industria farmacéutica se ha encontrado con importantes contratiempos en el desarrollo de nuevos fármacos.

Antes se suponía que ciertas neuronas sensoriales sólo transmitían sensaciones táctiles agradables, mientras que otras se especializaban en transmitir dolor. Durante el dolor nervioso crónico, el tacto normal puede provocar dolor, pero la forma en que esto ocurre ha seguido siendo un misterio. Científicos del Instituto Karolinska han descubierto ahora que una pequeña molécula de ARN (microARN) en las neuronas sensoriales regula cómo se percibe el tacto. Al dañar un nervio, los niveles de esta molécula descienden en las neuronas sensoriales, lo que provoca el aumento de los niveles de un canal iónico específico que hace que las células nerviosas sean sensibles al dolor.

«Nuestro estudio demuestra que los nervios sensibles al tacto cambian de función y empiezan a producir dolor, lo que puede explicar cómo surge la hipersensibilidad», afirma el profesor Patrik Ernfors, del Departamento de Bioquímica y Biofísica Médica del Instituto Karolinska. «La regulación del microARN también podría explicar por qué las personas tienen umbrales de dolor tan diferentes».

La sustancia farmacológica gabapentina se utiliza a menudo para tratar el dolor nervioso, aunque no se conoce su mecanismo de acción. El nuevo estudio demuestra que la gabapentina actúa en las neuronas sensibles al tacto y bloquea el canal de iones que aumenta cuando los niveles de microARN disminuyen. Sin embargo, sólo la mitad de los pacientes responden positivamente al tratamiento.

«El dolor nervioso es una afección compleja con varios mecanismos subyacentes», afirma el profesor Ernfors. «Lo interesante de nuestro estudio es que podemos demostrar que la molécula de ARN controla la regulación del 80 por ciento de los genes que se sabe que están implicados en el dolor nervioso. Mi esperanza, por tanto, es que los fármacos basados en el microARN sean algún día una posibilidad».

La investigación se llevó a cabo principalmente en ratones, pero también se verificó en pruebas con tejido humano, donde los niveles bajos de microARN podían relacionarse con niveles altos del canal iónico específico y viceversa, lo que sugiere que el mecanismo es el mismo en los seres humanos.

«Es vital que comprendamos los mecanismos que conducen al dolor nervioso crónico para que podamos descubrir nuevos métodos de tratamiento», afirma el profesor Ernfors. «Las empresas farmacéuticas se han concentrado mucho en las sustancias que se dirigen a los canales y receptores iónicos de las neuronas del dolor, pero nuestros resultados demuestran que podrían haberse centrado en el tipo de neurona equivocado».

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